Ha pasado mucho tiempo desde el momento en que la promesa quedó sellada con los versos de la dulce melodía que rompía el silencio una noche inesperada. Los tonos que entonces fueron canción hoy se encarnan en una sonrisa tierna, en una mirada dulce que aún no logra afianzar sus pasos por el sendero de la vida.
Ahora observa y en apariencia calla, mas todo un torbellino se debate tras las ventanas del alma. Sonata en movimiento con acentos de Francia; remembranzas femeninas del poeta, de aquel que cantara "nuestros hijos no son nuestros, son de la vida".
Su cadencia invita a contemplarla, con mirada que desea encontrar respuesta a la llamada. Más cual gacela se esconde, se evade y busca anhelante el regazo de aquella que viene siempre detrás de marzo. Con cautela se reintegra al festín de sensaciones que de la Luz emanan, y sigue en sus pasos la huella que la primera le marca.
Contempladora del mundo, analista del quehacer fraterno, hechicera de grandes ojos que iluminan cada mañana, abre sus brazos expectante a las sorpresas cotidianas, en espera de los juegos que le puede brindar la hermana.
Y entre cantos y poemas, surge la niña encantada, protegida con nombre de arcángel y el femenino de Gibran, en alianza.
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